Los cristianos vivían dentro del Imperio Romano más o menos en la misma forma que los cristianos de hoy en día. Trabajaban en granjas, oficinas, barcos, y toda clase de oficios y empleos. Tomaban parte en las actividades de la comunidad, excepto en aquellas que consideraban contrarias a su religión. Esto aparece muy claro en la carta escrita a un cierto Diogneto por un cristiano desconocido, probablemente entre los años 150 y 180. En ella se describe en una forma hermosa la unidad y las diferencias de los cristianos con la sociedad en la cual vivían.
Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad dentro de su país y sus costumbres. Porque no viven en ciudades aparte, no usan un lenguaje distinto, ni practican costumbres raras. Si bien ellos ... siguen las costumbres locales en el vestir y comer y el resto de su vida, la forma en que viven es maravillosa y digamos extraña.... toman parte en todo como ciudadanos, y lo soportan todo como extranjeros ... se casan como los demás, tienen hijos, pero no un lecho común... permanecen en la tierra, pero son ciudadanos del cielo....
Tertuliano, el teólogo de África del norte, que vivió entre 150 y 225, nos da una idea más amplia de cómo los cristianos diferían de sus vecinos no cristianos. En su Apología (es decir, defensa) del modo de vida de los cristianos, describe un culto de adoración. En el mismo se reciben donaciones de dinero, dice, pero este se da de acuerdo con la posibilidad de cada uno; no hay obligación, todo es voluntario. Luego prosigue:
Estas donaciones ... no se gastan en fiestas, ni en borracheras o comilonas, sino en sostener y enterrar a los pobres; en suplir las necesidades de los niños y niñas que no tienen medios de vida ni padres, y de ancianos confinados a sus casas; también de aquellos que han sufrido naufragio; y si hay algunos en las minas, o desterrados en las islas, o encerrados en prisiones únicamente por su fidelidad a la causa de la Iglesia de Dios, los tales son ayudados por los cristianos. Son los actos de amor tan noble los que mayormente llevan a muchos a poner una marca sobre nosotros. "Mirad —dicen— como se aman entre sí." [Apología, capítulo XXXIX]
2. LOS CRISTIANOS Y LA VIDA PUBLICA
No era siempre fácil, sin embargo, ser un cristiano en el imperio.
En muchos aspectos los cristianos no podían realmente tomar parte en las actividades de su tiempo. Tenían buenas razones para abstenerse, pero sus vecinos no lo comprendían. Los cristianos no tomaban parte ni asistían a los espectáculos y diversiones públicas debido a que estos a menudo eran inmorales. Muchos se negaban a servir en el ejército. Se preguntaban si era correcto que un cristiano tomara parte en la guerra, y creían que no podían ofrecer sacrificios al emperador como era necesario que lo hicieran los soldados. Por la misma razón los cristianos no podían aceptar puestos en el gobierno. A menudo no querían enviar a sus niños a las escuelas públicas debido a que las lecciones incluían la enseñanza de la religión pagana. Andando el tiempo, como veremos, estas actitudes les atrajeron persecución. Un ejemplo de las dificultades que los cristianos tenían que confrontar dentro del imperio puede hallarse en la forma en que un personaje tan influyente como Tertuliano condenaba el servicio militar:
Debemos primeramente preguntarnos si la guerra es en realidad posible para el cristiano.... ¿Habrá de tomar parte en la batalla el hijo de paz, cuando ni aun es correcto para él llevar a juicio a otro ante la ley?... ¿Habrá de hacer guardia ante los templos a los cuales ha renunciado...? Luego ¿cuántas otras ofensas puede cometer al llevar a cabo sus tareas en el campamento...?
Al convertirse un soldado pagano, Tertuliano escribe, debe "abandonar inmediatamente" el servicio militar; si no lo hace, ofenderá a Dios. Lo mismo se aplica a las posiciones oficiales en el gobierno en general:
Deben rehusarse estos puestos para no caer en actos de pecado, o sufrir el martirio para librarnos de ellos.
No debe creerse que todos los cristianos tenían esta convicción y que actuaban tan estrictamente como Tertuliano. Es bien sabido que a fines del siglo dos había muchos cristianos, hombres jóvenes, en los ejércitos romanos. Probablemente había funcionarios cristianos en los muchos departamentos y oficinas de gobierno. No obstante, existía una actitud bien definida de separación en estos aspectos que caracterizaba a la comunidad cristiana en su totalidad.
3. MATRIMONIO Y ESCLAVITUD
En ninguna esfera era la diferencia tan grande entre cristianos y paganos como en el matrimonio. El matrimonio estaba fuertemente protegido por la ley de monogamia. Esto no era difícil ya que en el mundo greco-romano la poligamia no era frecuente. El concubinato, sin embargo, era muy común y era contra esta forma de adulterio que la iglesia protegía el matrimonio. El divorcio en el imperio era fácil de obtener, y con respecto a esto la iglesia también adoptó una actitud muy estricta. Muchos creían que el hombre o mujer cuyo cónyuge fallecía no debía casarse otra vez. Es en vista de esto que donde nuestra Biblia, versión 1960, dice en I Timoteo 3:2,12 y Tito 1:6 que los obispos y diáconos deben ser "marido de una sola mujer", una de las versiones inglesas (Revised standard Version) dice: "casado solamente una vez".
Este énfasis sobre la monogamia y la continencia antes del matrimonio elevó la posición de la mujer en la sociedad. El mundo antiguo en general tenía un concepto muy bajo de la mujer. En ningún plano ha resultado el evangelio una fuerza tan poderosa y liberadora como en la del matrimonio y el hogar. Policarpo escribió a los filipenses que las esposas debían vivir en la fe que se les había dado, en amor y pureza, dedicándose a sus maridos con toda sinceridad y amando a todos por igual con perfecta castidad, y educando a sus hijos en el temor de Dios.
Hay un aspecto de gran importancia social en el cual el cristianismo fue remiso y no actuó con tanta rapidez: la esclavitud. No hay ninguna protesta clara contra ella en el Nuevo Testamento, y por mucho tiempo se aceptó como parte de la estructura social. Sin embargo, la posición del esclavo dentro del Imperio Romano a menudo difería notablemente de la de esclavos en otras regiones del mundo. Muchos de los maestros de niños y otros estudiantes mayores eran esclavos griegos instruidos. El esclavo podía ocupar una posición de confianza en la familia, en el comercio, y en el gobierno. El esclavo cristiano era considerado como un igual en la comunión de la iglesia. La carta de Pablo a Filemón indica el alto concepto en que se podía tener a un esclavo. No obstante, había también entre los cristianos abusos derivados del hecho de que un ser humano fuera propiedad de otro. Los sínodos y los concilios de la iglesia advertían contra el tratamiento injusto de los esclavos.
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