La historia y la vida de los evangélicos en México están íntimamente entretejidas con la historia y la vida de la sociedad mexicana. A veces eran muy conscientes de su participación especial en la historia de México como "sal de la tierra" y "luz del mundo". En otros momentos muchos cristianos evangélicos no se dieron cuenta de su responsabilidad ante la sociedad o aun intentaron separarse de la vida social del país.
Al principiar el siglo veinte, los evangélicos, agrupados en 18 denominaciones, habían llegado a ser un minoría influyente en México. Su mensaje enfatizaba la salvación personal, pero también daba importancia a los cambios sociales efectuados por el poder del evangelio. (1) Aunque eran apenas el uno por ciento de la población, habían penetrado en las esferas educativas, médicas, y políticas del país. Para el año 1913 habían establecido más de 600 escuelas primarias, y normales además de varios seminarios teológicos e institutos bíblicos. (2) Impresionante es esta cantidad porque en algunas regiones del país superaba a las escuelas de la iglesia católica. (3) Varias de las instituciones evangélicas en la ciudad de México, Puebla, Monterrey, Saltillo, y Chihuahua gozaban de mucho prestigio e incluían hijos de la burguesía liberal. (4) Los evangélicos también se destacaban en el área de la medicina, abriendo varios hospitales y clínicas.
Durante la revolución, el llamado de Francisco I. Madero encontró eco en la mayoría de los evangélicos. Después del asesinato de Madero, muchos creyentes entraron a los ejércitos de Obregón, Villa, Zapata y otros en contra del usurpador Huerta. (5) De los más conocidos, cabe señalar al congregacionalista Pascual Orozco, general destacado del noreste, al presbiteriano Ignacio Gutiérrez, general maderista de Tabasco, y los metodistas Otilio Montaño y José Trinidad Ruiz quienes ayudaron en la redacción del famoso Plan de Ayala.
No todos los evangélicos participaron en la revolución de la misma manera. Unos, por convicciones pacifistas, no tomaron las armas. Pero, a menudo tomaron la pluma para defender la causa de los constitucionalistas. Tanto misioneros norteamericanos como líderes mexicanos abogaron en contra de una invasión norteamericana del país. (6) Inmediatamente después de su entrada a la capital, Carranza llamó al profesor metodista Andrés Osuna para ser director general de la Educación Pública del Distrito Federal y Territorios Federales.(7) Después de un fructífero período en este puesto, Osuna llegó a ser gobernador interino de Tamaulipas.(8)
Un profesor presbiteriano, Moisés Sáenz, también se destacó en los fundamentos de la educación moderna en México. En 1919 fue nombrado director de la Escuela Nacional Preparatoria, y más tarde director general de la educación en el Distrito Federal. Llegó a ser Subsecretario de la Secretaría de Educación Pública en 1926, y desde este puesto promovía las escuelas rurales como "misiones culturales".(9) Aarón Sáenz, hermano de Moisés, era jefe del gobierno del Distrito Federal, y después ocupó la gobernatura de Nuevo León. Tantos jóvenes evangélicos ocuparon puestos de importancia en los gobiernos de Carranza, Obregón, y Calles, que varios católicos protestaron en contra de esta "invasión evangélica”.(10)
Hubo un evento inter-eclesiástico durante este período que transformó el mapa evangélico del país. En varios congresos y conferencias se habían venido hablando de más cooperación entre las distintas denominaciones evangélicas en América Latina. Debido a la revolución, muchos misioneros norteamericanos se encontraban en los Estados Unidos en ese momento. En 1914, varios de ellos se reunieron en Cincinnati, Ohio, para promover más cooperación y reducir la duplicación y rivalidad entre las denominaciones. El resultante "Plan de Cincinnati" proponía la división del país en ocho regiones, una para cada una de las ocho denominaciones participantes, (11)
El Distrito Federal era campo de misión abierto a todos. Su unidad sería demostrada por medio de un seminario unido en Coyoacán, una casa editorial unida (CUPSA), y una sola revista, El Mundo Cristiano, que serviría a las distintas iglesias. Este intento noble de la unidad cristiana tuvo poco éxito, porque dicho plan fue pensado por misioneros estadounidenses sin la participación de líderes mexicanos. En uno de los cambios más bruscos, los misioneros de la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos (Sur) tuvieron que entregar su campo de misión en Nuevo León y Tamaulipas a los metodistas para trasladarse a Michoacán, Morelos, y Guerrero. Pero, las iglesias presbiterianas en el norte de México nunca aceptaron una afiliación metodista, y por lo tanto formaron su propio Presbiterio Nacional Fronterizo en 1919, cortando así relaciones con los misioneros extranjeros.(12) Situaciones semejantes sucedieron en varias partes del país.(13) Un resultado de la revolución y el Plan de Cincinnati fue que las iglesias evangélicas mexicanas tomaron pasos importantes hacia la autonomía y la madurez, reduciendo su dependencia de fondos y personal extranjeros. Después de unos años, las iglesias oficialmente abandonaron tal plan. Estos cambios eclesiásticos ayudan a explicar la aparente contradicción de que varios evangélicos sobresalieron individualmente en la política y la educación durante la década de los veinte al mismo tiempo que sus iglesias pasaban por momentos difíciles de reubicación y reorganización.
Durante la administración de Plutarco Elias Calles surgió un enfrentamiento serio entre la Iglesia Católica Romana y el gobierno callista. Este conflicto, conocido como la Cristiada o la Guerra de los Cristeros, no involucró directamente a los evangélicos, pero sí les causó diversas consecuencias. La Constitución de 1917 limitaba los derechos y la autoridad de las iglesias. En una entrevista publicada el 4 de febrero, 1926, el Arzobispo Mora y del Río anunció que la Iglesia Católica Mexicana no se sometería a los artículos 3, 5, 27, y 130 de la Constitución.(14) La administración de Calles consideró esta declaración sediciosa, y ordenó la deportación de todos los sacerdotes extranjeros. El Episcopado respondió con una carta pastoral firmada por 8 arzobispos y 29 obispos en la cual declararon, "ordenamos que, desde el día treinta y uno de julio del presente año, hasta que dispongamos otra cosa, se suspenda en todos los templos de la República, el culto público que exija la intervención del sacerdote".(15) Consideraron que fue la "única manera abierta para manifestar su inconformidad con las leyes anti-religiosas de la Constitución."(16) El clero entregó las "iglesias", confiado que el pueblo se levantaría para luchar en contra del gobierno "represivo". Luchas armadas brotaron en los estados de Jalisco, Guerrero, Michoacán, Colima, Guanajuato, Querétaro, Puebla y Veracruz. La "Guerra de los Cristeros" duró tres años, con muchas muertes entre los Cristeros por un lado, y los soldados y maestros del gobierno por el otro lado.(17) Durante este tiempo las iglesias católicas en todo el país se quedaron sin los servicios de los sacerdotes católicos. La iglesia evangélica creció mucho durante este tiempo, por ser la única iglesia ministrando al pueblo.(18) Sin embargo, los evangélicos sufrieron mucho, porque los militantes católicos los atacaron, considerándolos como agentes del gobierno.
El número de evangélicos creció de manera significativa durante la década de los veinte. Los datos del censo de 1930 revelan una población evangélica en México de 130,322.(19) Tal cantidad mostró un crecimiento de 76.23% en diez años, comparado con un crecimiento de 15.47% de la población en general. Este crecimiento se debió a un evangelismo activo, un servicio social congruente con su fe, y factores políticos favorables, incluyendo la Guerra de los Cristeros.
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(1) Richard Niebuhr, Cristo y la Cultura, Barcelona: 1968, describe cinco paradigmas de posibles relaciones entre los cristianos y la sociedad que los rodea. En los primeros treinta años del siglo veinte, los evangélicos mexicanos se asemejaban más al paradigma "Cristo: El Transformador de la Cultura" (pp. 197-236), y esto a pesar de su estado minoritario.
(2) Deborah Saldwin, "Diplomacia Cultural: Escuelas Misionales Protestantes en México." Historia Mexicana 36:2 (1986) p. 14, contó 614 escuelas protestantes, basándose en el World Atlas de 1913.
(3) Ibid. p. 292. Por ejemplo, los evangélicos tenían ocho escuelas en Tamaulipas mientras los católicos solamente tenían cinco.
(4) Los colegios más destacados incluían el Instituto Metodista Mexicano en Puebla, el Colegio Presbiteriano en Coyoacán, el Instituto Laurens en Monterrey, el Instituto del Pueblo en Piedras Negras, y el Colegio Sara Alarcón en la ciudad de México.
(5) Jean Pierre Bastían, Protestantismo y Sociedad en México, pp. 146-47, incluye una lista parcial de evangélicos que participaron en los ejércitos revolucionarios. Su capítulo "Los Propagandistas de la Revolución" y su libro Los Disidentes: Sociedades Protestantes y Revolución en México, 1872-1911 narran con muchos detalles la participación evangélica en la revolución y en la sociedad mexicana durante este período.
(6) Huerta trató de usar la invasión norteamericana en el puerto de Veracruz para su propia ventaja. Hizo una llamada nacionalista a los jóvenes mexicanos para que defendiesen la patria. Los estudiantes del seminario metodista de Puebla abandonaron sus estudios para entrar en el ejército, pero no del gobierno de Huerta, sino en el revolucionario. El director de la escuela puso sus instalaciones a la disposición del General Juan Hernández para que se usaran como hospital. El pastor presbiteriano
Arcadio Morales escribió cartas a sus homólogos en los Estados Unidos y también al Senado norteamericano protestando la invasión.
(7) Andrés Osuna, Por la Escuela y por la Patria, México: CUPSA, 1943. Los valores cristianos de Osuna eran muy evidentes. Corrió a muchos "aviadores" (los que cobraban un sueldo sin trabajar) y así pudo reducir los gastos innecesarios del presupuesto para la educación. Sin embargo, con tales acciones adquirió unos enemigos, incluyendo a los despedidos.
(8) lbid., pp. 216-31.
(9) Bastían, Protestantismo y Sociedad, tiene un capítulo especial sobre la vida de Sáenz: 'El Protestantismo de Moisés Sáenz, o Etica Protestante, Fundamento de la Escuela Activa en México", pp. 153-167. Ver también el libro escrito por el mismo Sáenz, cuando era embajador mexicano en Lima. Perú, México Integro, México: Fondo de Cultura Económica, Sep/80, 1982 (1939) y su artículo "Integration through Education" en Some Mexican Problems, editado por H. Priestly, Chicago: The University of Chicago Press, 1926.
(10) El sacerdote católico Francis Kelly calculaba que el 50 por ciento de quienes ocupaban puestos de importancia en el gobierno de Carranza habían estudiado en escuelas protestantes en México o en Estados Unidos." citado por Baldwin, "Diplomacia Cultural", p. 297. A menudo los evangélicos eran acusados de ser la vanguardia del imperialismo norteamericano con deseos anexionistas.
(11) La Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos (Sur), la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos de América (Norte), la Iglesia Congregacional, la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, la Iglesia Metodista Episcopal, la Iglesia de los Amigos (Cuáqueros) la Iglesia de los Discípulos, y la Iglesia Presbiteriana Asociada y Reformada. Una descripción y un mapa de las regiones asignadas pueden ser encontradas en 1872-1972 Centenario: Iglesia Nacional Presbiteriana de México, pp. 154-158.
(12) El Plan de Cincinnati provocó una polémica fuerte entre los evangélicos. Aun diez años más tarde, muchos seguían criticando dicha decisión. Por ejemplo, Eduardo Carrero, La Iglesia Presbiteriana en México: Sus Conquistas, Sus Problemas, Su Actitud (México: CUPSA, 1927), pp. 62-3, escribió, "Nunca se han manifestado las Misiones más desconocedoras del presbiterianismo mexicano, que cuando supusieron que por los artículos de un plan descabellado, iban los miles de presbiterianos fronterizos a consentir en borrar toda su historia de luchas y sacrificios; en arrancar de su memoria el recuerdo bendito de los que con sus vidas echaron los cimientos de aquella obra; en doblar las manos por el temor de perder la ayuda financiera, y romper, por último, sus relaciones con la Iglesia Presbiteriana en México. ¡Y pensar que fueron algunos misioneros presbiterianos los que dieron su voto para tal absurdo!"
(13) Varias denominaciones con obra en México no participaron en este plan por razones doctrinales (ej. los bautistas). Las nuevas iglesias pentecostales que surgían en esa época tampoco participaron.
(14) El Universal, 4 de febrero, 1926.
(15) Universal, 25 de julio, 1926. El texto completo se encuentra en Alfonso Toro, La Iglesia y el fstado en México (México: Ediciones El Caballito, 1975), pp. 404-411.
(16) lbid
(17) Algunos calculan que hasta 1 200 000 murieron durante la Guerra de los Cristeros, ver "México" Cidoc Informa 2:5 (marzo, 1965).
(18) El apoyo del gobierno de Calles se puede notar en el informe del Comité de Cooperación del año 1928, "Dícese que el Presidente Calles dijo recientemente a un amigo personal que él había preparado el terreno para los evangélicos, pero que éstos deben hacer lo demás, si desean recoger la cosecha. Ciertamente las puertas están abiertas de para en par para las Iglesias Evangélicas Nacionales de México, y nosotros debemos simpatizar con ellas y ayudarlas de todos los medios posibles a cumplir con su deber y aprovecharse de sus grandes oportunidades." Citado por Joaquín Cardoso, La Historia del Protestantismo en México (México: Buena Prensa, 1946) p. 19.
(19) Casi todos los eruditos concuerdan que los números registrados en los censos son menores que la realidad, porque muchos evangélicos no se consideran "protestantes" o marcan "otro" o al contestar "cristiano", el encuestador marca "católico". Estos factores contribuyen a una subestimación de la población total evangélica. Sin embargo, el porcentaje de crecimiento entre censos es más confiable. La verdadera comunidad evangélica incluyendo simpatizantes seria más que el doble de lo registrado.