Monografía de Don GONZALO BAEZ CAMARGO
Don Gonzalo nació en Oaxaca, Oax. el 13 de noviembre de 1899. De su vida podemos decir lo siguiente.
Estudios escolares: Primaria: “Benito Juárez” Oaxaca, Oax.; Secundaria y Normal: Instituto Metodista Mexicano (hoy Instituto Mexicano Madero) Puebla, Pue.; Profesor Normalista: Escuela Normal del Estado de Puebla, Puebla Pue.; Licenciado en Teología: Seminario Evangélico Unido, México, D.F.; Licenciado en Filosofía: Escuela de Altos Estudios (hoy Facultad de Filosofía y Letras UNAM) México, D.F.; Doctor en Humanidades: St. Paul´s University, Tokio Japón; Doctor en Letras Humanísticas: Southern Methodist University; Doctor en Humanidades: Instituto Internacional de Estudios Superiores.
Miembro de Número de la Real Academia de la Lengua Española. Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia Y Geografía.
Oficial Subteniente de la Brigada “Zaragoza”, Segunda División de Oriente, Cuerpo de Ejército de Oriente, Ejército Constitucionalista de 1915-1916.
Pastor Ayudante de Iglesia Metodista “La Santísima Trinidad” de México, D.F. 1927-1929.
Director del Instituto Mexicano Madero, 1929-1931.
En 1928-1929 editorialista del periódico La Opinión de Puebla y desde 1929 hasta 1983, editorialista del periódico Excélsior de la ciudad de México escribiendo 3 columnas: “El Pulso de los Tiempos”, “Libros de Nuestros Tiempos “ y “Bibliogramas” utilizando el pseudónimo de Pedro Gringoire.
De 1931 a 1946 fue Gerente General de Casa Unida de Publicaciones (CUPSA) y corresponsal de la Revista “The Christian Century” de 1941 a 1964. Presidente de la Cámara Mexicana del Libro en 1944-45, Catedrático de Literatura y Periodismo en la Escuela de Periodismo “Carlos Septién García” y del curso “Cervantes y el Quijote” en el Depto. Internacional de la Universidad Iberoamericana. De Hebreo y Griego y otras materias de Temas Teológicos en diversos Seminarios Teológicos en México, Latino América, Estados Unidos, Europa y Asia.
De 1946 a 1960 fue Secretario del Comité en Cooperación de Literatura para América Latina por el Concilio Mundial de Iglesias, siendo autor del conocido Curso Hispanoamericano para Escuelas Dominicales entre muchas otras publicaciones de corte evangélico.
En 1929 fue Presidente del Congreso Protestante en la Habana, Cuba y autor del informe final: “Hacia la Renovación Religiosa en Hispanoamérica” (CUPSA) y Secretario del Concilio Nacional de Iglesias Evangélicas de la Republica Mexicana.
De 1958 a 1960 fue jefe de redacción del periódico “El Heraldo de México”, colaboró en diversas épocas en Revistas como: Alborada, Guirnalda, El Abogado Cristiano, El Mundo Cristiano, El Evangelista Mexicano, El Faro, Libertad, Ferronales, Rumbo, Eusko-Deya, Cuadernos Americanos, Foro Internacional, Historia Mexicana, Ábside, Tribuna Israelita, Horizontes, Germinal, La Revista Evangélica, Tiempo, World Dominion, La Nueva Democracia, Nueva Senda, Christian Century, Enciclopedia Británica.
Fundador y Director Gerente de la Revista Luminar de 1937-1951, Revista trimestral de filosofía, letras y filosofía de la religión de la que se publicaron 37 números y varias tiradas aparte.
Miembro del cuerpo de traductores de Sociedades Bíblicas Unidas, colaboró como consultor en la revisión de la Versión Reina Valera 1960, en la traducción de la Versión “Dios Habla Hoy” y conjuntamente con el Dr. Alfonso Lloreda en la traducción completa de la Biblia “Nuevo Milenio” editada por Trillas en el 2000; colaboró en otras importantes versiones de la Biblia Hispanas y Españolas. Socio Fundador de la Sociedad Bíblica de México de la que fue Presidente de su Junta de Directores. Fuerte apoyo para el ingreso del Instituto Lingüístico de Verano a México durante el Gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas.
Por su obra escrita y reconocido prestigio, Gonzalo Báez-Camargo fue hecho miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía y de la Academia Mexicana de la Lengua. A esta última ingresó en 1981 ocupando la silla que dejara vacía el escritor Salvador Novo. Su trabajo de ingreso a la academia fue sobre “El concepto de la mujer y el amor en don Quijote”
Murió en la Ciudad de México el 31 de agosto de 1983.
GONZALO BAEZ CAMARGO COMO TEÓLOGO. Del escrito de René Padilla.
Una insaldable deuda espiritual.- En su ensayo Genio y espíritu del metodismo wesleyano Báez Camargo muestra las raíces teológicas e históricas del compromiso evangélico de su pensamiento y convicción, incluyendo su dimensión social. Se define a sí mismo como “un metodista de tercera generación en México”, y dice tener “una insaldable deuda espiritual” con el metodismo y su ensayo hace honor a los valores espirituales de esa herencia metodista. En dicho ensayo, hace un profundo estudio de las raíces mismas del metodismo que, provisto de “una teología de gracia experimentada” corrigió los problemas creados por el dogmatismo intelectualista y sirvió de medio para que miles de personas conocieran a Jesucristo como una realidad presente. Habla de un avivamiento desbordante de “entusiasmo racional” que alcanzaba inclusive a la gente humilde y de “su piedad ilustrada” en contraste con el oscurantismo de quienes se oponían al progreso de la ciencia y los conocimientos humanos en nombre de la fe cristiana.
En otro capítulo del valioso ensayo sobre la herencia metodista: “Una evangelización revolucionaria” ilustra su preocupación por una misión integral que no permitía la artificial separación entre el “evangelismo personal” y el “evangelismo social”. Para él, quienes contraponen la regeneración de individuos y la reforma social tienen un evangelio trunco.
Otro libro que revela el profundo espíritu evangélico de Don Gonzalo catalogado como “Sermones Laicos”: Las Manos de Cristo, es un compendio de artículos publicados en su columna editorial del diario Excélsior cumplieron con su anhelo de compartir el evangelio en un lenguaje de todos los días en una publicación de circulación nacional y en los cuales, a lo largo de diecinueve capítulos va cobrando forma la figura de Jesucristo, vestido en elegante prosa.
Don Gonzalo nos sorprende con amplia gama de títulos para referirse a Jesucristo. Divino Carpintero, Varón de Dolores, Luz, Proletario de Nazaret, Pobre y Amigo de los pobres, Divino Camarada, Nuestro Señor del Látigo, Soliviantador Espiritual de los de abajo, Divino Perseguido, Cristo del Silencio, Espíritu universal y eterno, Héroe del Sufrimiento, Supremo Amador, el Justo, Profeta del Nuevo Orden, Muerto y Resucitado del Calvario, Peregrino de Emaús. Uno de los temas que se reiteran lo largo de todos esos artículos editoriales es el de los sufrimientos de Cristo. Para él, Dios se revela preeminentemente en el Cristo del Calvario “el Cristo de las manos traspasadas” porque es “un Dios que sufre…cuyas lágrimas se mezclan, en simpatía, con las nuestras”. Esto no niega el triunfo de la resurrección: lo que niega es que el Dios que se manifiesta en Jesucristo sea un ser impasible frente al sufrimiento humano. Por el contrario, él es el Dios que se compromete con la situación humana, el Dios que sufre por sus hijos, el Dios que a través del amor convierte el sufrimiento en “potencia redentora y fuente de vida eterna”. “Dios no sería perfecto si no fuese capaz de sufrir”, puesto que, “el verdadero amor es siempre amor que sufre y, porque sufre, redime”. Desde esta perspectiva, no hay lugar para el triunfalismo superficial que los cristianos adoptan a veces en su relación con la sociedad secular, sin Dios y sin esperanza. El único triunfo que reconoce el Evangelio es el triunfo del Mesías crucificado, el Cristo que “escogió la cruz, porque la cruz es el amor, hecho terrible en la sublimidad del sacrificio. Y el amor reclama amor. Y el corazón del hombre sólo se regenera por el amor”.
Décadas antes de la “cristología de la liberación” de los Boff y los Sobrino, Gonzalo Báez Camargo subraya la identificación de Jesucristo con los pobres: interpreta tal “opción por los pobres” como la consecuencia lógica de un amor que trasciende todas las diferencias y se constituye en la base de la “fraternidad humana universal”. Evidentemente para Don Gonzalo toda la historia y la vida humana encuentran su sentido en Jesucristo y en su ley del amor. “Ante todo y sobre todo, el divino atrevimiento del amor”. Tal atrevimiento halla su expresión suprema en la muerte de Jesucristo en la cruz. Ésta, por su “poder purificador, restaurador y santificador”, se constituye en el medio de salvación no meramente individual sino del mundo, puesto que “Sólo en la Cruz y por la Cruz pueden extinguirse las enemistades y establecerse entre las naciones aquellos vínculos internos y sólidos con que entretejerlas en una duradera cooperación”.
El amor es a la vez el camino que conduce a Jesucristo. Sin amor, Cristo permanece prisionero en el “materialismo religioso, el diletantismo histórico, la pedantería escolástica o el parasitismo espiritual”. “Y así, la única manera de liberar a Cristo es aprisionarle en las cárceles del corazón, y hacer de Él, en las honduras interiores, el generador de una vida nueva y abundante”.
Estas palabras, como muchas otras de sus escritos, nos permiten echar una mirada a “las honduras interiores” de don Gonzalo y descubrir allí el secreto de su vida y de su teología: un profundo amor a Jesús de Nazaret, en quien él reconocía “la presencia real, viva, plena y gloriosa de Dios, “Dios hecho hombre, por el sublime impulso del amor”. Con raíz en ese amor, su fe se hace “teología laica”, teología en que lo cristiano, como en la filosofía de maestro Antonio Caso, según dice el mismo Báez Camargo, “rebasa claustros y púlpitos, y, hablando un lenguaje nuevo, sube a la cátedra, aborda la tribuna y se echa a la calle en el periódico y la revista” concluye René Padilla.
Nota al margen:. Durante más de 50 años, Gonzalo Báez Camargo se mantuvo como Editorialista del diario Excélsior usando el muy conocido y más recordado pseudónimo de Pedro Gringoire en sus tres columnas: El Pulso de los Tiempos, Libros de nuestros Tiempos y Bibliogramas. Muchísimos fueron sus asiduos y constantes lectores incluyendo destacadas personalidades de todos los segmentos culturales, políticos y religiosos y quienes fueron impactados por el mensaje del Evangelio que en forma muy elevada, sutil y elegante, estuvieron presentes en todos sus artículos, sin duda fueron efervescentes y fértiles semillas profundamente sembradas. Incomprendido, Pedro Gringoire, por algunos extremistas y legalistas evangélicos por no “predicar” a la manera de hacerlo en un pulpito, nunca afectaron su fórmula de tratar todo tema desde la perspectiva de su real y efectiva teología e incuestionable fe.