EL AGENTE MORAL CRISTIANO EN LOS ESTADOS DEL PECADO Y LA REDENCIÓN
1. EN EL ESTADO DEL PECADO
Según el testimonio de la Biblia (confirmado en la experiencia humana), el desarrollo del hombre, hecho a la imagen divina, no ha sido gradual ni normal, una catástrofe trastornó su desarrollo moral. Esta catástrofe en la historia de la moralidad humana se conoce como "la caída", la primera entrada del pecado en la historia humana. A fin de que nuestra ética quede estrechamente relacionada con la vida del hombre, nos conviene entender la naturaleza del pecado.
A. La naturaleza del pecado
Pecado es una palabra que rápidamente está perdiendo su sentido teológico en el vocabulario del hombre moderno. Si este todavía retiene el término, lo usa con acepciones nuevas y le quita su significado original.
En nuestro estudio del pecado debemos notar dos conceptos modernos muy comunes en cuanto a la naturaleza del pecado, y contrastarlos con el concepto cristiano.
1) El concepto naturalista-humanista.
La base de este concepto es, por supuesto, el punto de vista naturalista de la realidad. Tanto el hombre como el mundo se interpretan en términos de fuerzas naturales. La vida humana es, por consecuencia, un proceso de ajuste al ambiente que es esencialmente físico y biológico. Los factores espirituales de la vida son, en su esencia, mecánicos o biológicos. Desde este punto de vista el pecado no es más que un mal ajuste del ambiente; y el bien, según este concepto, es meramente lo más útil y lo mejor ajustado. En términos más humanistas, el pecado no es más que una desadaptación al ambiente social. Todo tipo de ética materialista se puede incluir en este concepto.
2) El concepto panteísta-especulativo.
Este es el concepto predilecto del pecado de los que aceptan un tipo idealista de la filosofía. Según ellos, el pecado es la falta de ver las
cosas en su totalidad, en su integridad. El pecador es el que ve las cosas parcialmente y fuera de su verdadera relación. El estado del pecado es igual a tener un punto de vista incompleto de la realidad. El pecado desaparecerá tan pronto como tengamos un punto de vista más comprensivo, algo que se logra con el cultivo intelectual.
3) El concepto cristiano y bíblico.
Ninguno de los dos conceptos mencionados arriba basta para expresar la verdadera naturaleza del pecado. Mientras podamos notar que los que tienen estos conceptos ven algo correcto en el pecado, sabremos que no tratan con el mismo según la perspectiva bíblica. El concepto cristiano y bíblico es muy diferente. Para los propósitos de este estudio no encontramos una expresión más correcta y más completa que la respuesta a la pregunta 14 del Catecismo Menor de Westminster: "El pecado es la falta de conformidad con la Ley de Dios y la transgresión de ella."
Esto involucra las siguientes características:
a. El pecado tiene "esencia" espiritual, es decir, pertenece, esencialmente, no a la esfera física, ni a la especulativa y filosófica (la mera racional) sino a la esfera moral.
b. El pecado es asunto de la voluntad; es una voluntad contra
otra.
c. El pecado es pecaminoso (en distinción de lo meramente
malo) en que es una violación de la voluntad de Dios. No se puede
entender lo que es el pecado y evitar una consideración de Dios.
d. El pecado implica una antítesis radical, una antítesis que no se
puede resolver en una síntesis sino que muestra un gran conflicto
moral. El mal no es meramente "el bien todavía por realizarse". El
pecado nunca puede desarrollarse en bien. El pecado queda relacionado antitéticamente con el bien. El hecho de que los planes de Dios
prevalecen, hasta invalidar el pecado y sus efectos en ciertos casos, no
nulifica lo pecaminoso del pecado. (Ejemplo será la historia de José
en Génesis.)
Además de estas cuatro características, que debemos acentuar hoy día en contra de los muchos conceptos erróneos actuales, la Biblia nos enseña que el pecado es universal; que es condición tanto como acción; y que ha corrompido toda la naturaleza humana (la depravación total).
B. La influencia del pecado.
Podemos ver la influencia del pecado sobre el hombre como agente moral de tres perspectivas; las mismas que hemos examinado como las implicaciones morales de la naturaleza esencial del hombre: la de su verdadero fin o ideal, la de su libertad, y la de su conciencia.
1) La influencia del pecado en cuanto al fin, o ideal, verdadero del
hombre.
El hombre en el estado de pecado no ha perdido la idea de un fin o ideal. Mientras que no degenere en bruto puede concebir una meta para su vida. Pero cualquier concepto que tenga de su fin será un concepto torcido y tergiversado. Odia a Dios y, por tanto, el ideal de su vida no es ya el de hacer la voluntad de Dios. A veces hace lo que pueda parecer ser moralmente bueno, pero no lo hace para agradar a Dios, Todo su esfuerzo es para beneficio propio, o, si es más altruista, para mejorar ciertas condiciones sociales en beneficio de la "humanidad". El ideal teocéntrico de la vida, que le orientaba en su estado original, está completamente ausente.
2) La influencia del pecado sobre la libertad humana.
Anteriormente hemos visto que con referencia a la voluntad podemos hablar de tres tipos de libertad: El sicológico, el teológico, y el moral. Este último es el más importante para nuestro estudio pues está relacionado con la capacidad humana de alcanzar su verdadero fin. El primer tipo de libertad no está afectado, sino en sentido indirecto, por la caída del hombre en el pecado. El hombre sigue siendo libre ya que sus actos no son resultado de fuerzas puramente naturales. Sigue actuando como ser racional-moral. El segundo tipo de libertad tampoco está modificado por el pecado. El hombre es libre pues que no está obligado a actuar por voluntad ajena, ni aun la de Dios. Pero la libertad en el tercer sentido sí está perdida. Y este es el sentido en que los teólogos suelen hablar de la libertad de la voluntad. Debido a su caída en el pecado el hombre ya no tiene facultad de escoger y vivir según su verdadero propósito, su summun bonum, la voluntad de Dios. El estado de posse non peccare se ha cambiado en el de non posse non peccare. El hombre en el estado de pecado siempre es esclavo del pecado. Vive en la servidumbre. Es cierto que en un sentido puede hacer algo de lo relativamente bueno, lo que nuestros antepasados teológicos llamaban "bienes cívicos", pero esto es el resultado de la bondad común (se refiere a la actitud bondadosa de Dios hacia el hombre cual hombre, sin que resulte necesariamente en su salvación); esta actitud de Dios que restringe el pecado es lo que algunos llaman la "gracia común". El hombre no puede hacer lo bueno en el sentido más profundo, en el sentido verdadero: lo que es bueno ante Dios. Lo que escoge el hombre en el estado de pecado siempre está de acuerdo con los principios y el poder del pecado, e invariablemente conduce a una vida de enajenamiento y enemistad contra Dios.
3) La influencia del pecado en cuanto a la conciencia humana.
La caída en el pecado no borra el carácter moral del hombre. Este
sigue siendo un ser moral. El hombre no perdió la conciencia. Todo lo que hemos dicho sobre la conciencia se puede aplicar también a
la conciencia en el estado de pecado. Pero seguramente la conciencia ha sido afectada por el pecado, y esto en dos sentidos:
a. El conocimiento de la norma con que la conciencia juzga y
regula la conducta humana está pervertido y, por tanto, en su ejercicio
la conciencia está equivocada. El sentido de lo recto y lo equivocado
está tergiversado. Aunque varía de individuo a individuo, fundamental
mente la perversión es total en todos, porque la voluntad de Dios ya
no es su norma. La perversión total quiere decir que la totalidad del
hombre está pervertida, no que el grado de su perversión sea el
máximo posible.
b. La sensibilidad de la conciencia para discernir el mal se ha
debilitado, aunque el grado de debilidad varía también de individuo a
individuo. Por lo demás, la conciencia se encuentra en cada ser hu
mano, y sigue funcionando también en el estado de pecado.
II. EN EL ESTADO DE REDENCIÓN
El principio y el fin del sistema cristiano de la verdad es Dios; pero el mero centro del sistema cristiano es la redención en y por Cristo. El aspecto soteriológico de la verdad cristiana tiene por ello gran significación para la ética cristiana. Es precisamente por esto que tenemos la doctrina de la redención como un supuesto de la vida moral cristiana. La soteriología tiene dos fases: la objetiva y la subjetiva. La primera habla de la redención realizada en Cristo; la segunda trata de la redención aplicada por el Espíritu Santo al corazón del creyente. La doctrina básica de la fase objetiva es la regeneración.
A. La fase objetiva de la soterología en cuanto a la ética, o las implicaciones éticas de la redención
Se puede resumir de la siguiente manera:
1) El pecado humano es perdonable porque es esencialmente la violación de la voluntad de Dios. Tratamos aquí la posibilidad del perdón hasta donde esta posibilidad sea determinada por la naturaleza moral del pecado. El pecado no es elemento constituyente de la realidad en sí. Es decir, no pertenece a la constitución de las cosas. Si fuera necesario, o esencial, a la existencia finita del hombre, la redención no sería posible. O sea, el pecado no es parte de la esencia del hombre, creado a la imagen de Dios. (En tal caso, por supuesto, tampoco hubiera sido posible la caída, porque el pecado hubiera comenzado con la existencia del hombre finito.) Desde este punto de vista la única "salvación" posible al hombre habría sido su propia destrucción como ser finito, y dejaría de ser hombre. Es precisamente esto lo que se enseña en algunas soteriologías contemporáneas. Dicen que el pecado es inherente a la constitución finita de las cosas.
La salvación humana se logra al dejar la existencia finita para sumergirse en el océano del Gran Todo. (Nirvana es precisamente esto.) ¡Cuan diferente del verdadero cielo!
2) El pecado humano, siendo violación de la santa voluntad de
Dios, no es perdonable sin que haya una satisfacción moral. El pe
cado, ya descrito arriba, hace que la reconciliación entre Dios y el
hombre se efectúe solamente al quitar la ofensa que forma una bar
rera moral y destruye la comunión entre el hombre y su Dios. Se ha
violado la santa voluntad de Dios y, aparte de una satisfacción, no hay
reconciliación. Dios no descarta su santa y perfecta voluntad.
Se puede objetar: Pero un padre humano puede hacer esto; ¿no puede hacer Dios lo mismo que hace un padre humano?
Respondemos: En cuanto la rotura de las relaciones entre un padre y su hijo sea personal entre los dos, una reconciliación entre ellos es posible. Pero Dios está en relación cósmica con la humanidad. El pecado tiene implicaciones cósmicas tocante a toda la humanidad. Hasta no satisfacer la ofensa de la humanidad contra su Dios, el pecado no es perdonable. Perdonarle sin satisfacción sería una nulificación de la santa y perfecta voluntad de Dios.
3) El sacrificio infinito de Jesucristo ha dado satisfacción por el
pecado del hombre y por este sacrificio la barrera entre el hombre y
Dios está, en principio, quitada. Calvario, la revelación del misterio de
la redención, es la redención cósmica de Dios, según su propia
voluntad. De esta manera se ha dado satisfacción a la justicia, y el
amor abrió paso hacia una nueva humanidad en Cristo.
B. La fase subjetiva de la soteriología en cuanto a la ética, o las implicaciones éticas de la redención
Nada menos que un cambio radical (radix raíz) en el alma humana se requiere para que esta conozca y sirva verdaderamente a Dios. Se necesita la redención, y no meramente el desarrollo de algunas capacidades inherentes al hombre (el ideal de los paganos griegos). Esto se logra, según la clara enseñanza de la Escritura, por la operación del Espíritu Santo. El hombre es transformado en kainee ktsis, una criatura nueva (2da. Co. 5:17). Se quiere decir con esto que lo más profundo de su naturaleza está transformada; sus sentimientos están radicalmente cambiados; su vida tiene una nueva dirección: hacia Dios.
El bendito resultado que es la personalidad regenerada es el agente moral cristiano, es decir, el sujeto (el agens, actor) de la vida moral que estudiamos en la ética cristiana. Anteriormente hemos visto a tal agente bajo dos aspectos diferentes; ahora lo vemos desde un tercer y definitivo punto de vista. Hemos visto las implicaciones éticas de la doctrina de la creación del hombre; hemos considerado las implicaciones éticas de la doctrina de la caída y el pecado; pero ahora nos dirigimos a investigar las implicaciones éticas de la redención del hombre.
1) La redención y la libertad de la voluntad.
Cuando la vida nueva esté implantada en el hombre, el creyente quedará restaurado a su verdadera libertad: la libertad espiritual. Nuevamente puede escoger el bien. Su servidumbre al pecado queda anulada. Los impulsos más profundos de su corazón regenerado le empujan hacia el bien. Para el redimido, el hacer la voluntad de Dios es comida y bebida, y disfruta ya la libertad de los hijos de Dios. El significado de esta libertad se enseña en muchas partes de la Biblia, como, por ejemplo, en Juan 8:32-34; Romanos 8:2 (véase también Ro. 6:16-23); Santiago 1:25; 2:12.
2) La regeneración y el verdadero fin del hombre, su ideal.
El hombre regenerado tiene una nueva perspectiva hacia toda la vida. Ha redescubierto el verdadero fin de toda existencia. Su ideal otra vez es el verdadero, el original, el teocéntrico, el ideal de glorificar a Dios. El que odiaba a Dios, ahora lo ama; y esto implica la recuperación del ideal verdadero de la vida.
3) La regeneración y la conciencia.
Hemos notado anteriormente, al considerar la conciencia, que el hombre, a pesar de su pecado, no había perdido su conciencia. Pero su concepción de la norma, de acuerdo con la cual una conciencia rinde juicio, está torcida. Además, es muy poco sensible al pecado. Pero, ahora, en el proceso de la santificación, que comienza con la regeneración, la conciencia del creyente está sujeta a una doble influencia.
Primero, su conocimiento de la verdadera norma, de lo correcto y lo equivocado, está restaurado. Ello, en cuanto a su conciencia, es un proceso gradual, es decir, el creyente progresivamente se apropia, hace suyas, a través de la aplicación de la Palabra a su conciencia, nuevas normas e ideales para su nueva vida. La base objetiva de la norma es la voluntad de Dios revelada en la Biblia. Por supuesto, se da por sentado que se eduque la conciencia regenerada. Hay que adiestrarla y disciplinarla constantemente, aplicándole la norma objetiva de la voluntad revelada de Dios. El progreso en la santificación es crecer en saber y hacer la voluntad de Dios. De acuerdo con su progreso, el hacer la voluntad de Dios se constituye en una "segunda naturaleza" para el creyente. De esta manera la conciencia cristiana gradualmente asimila la norma objetiva moral. La norma de la conciencia asciende progresivamente hacia el nivel del ideal objetivamente revelado.
Segundo, la influencia de la regeneración en la conciencia es tal que la hace progresivamente más sensible a fin de que responda en su debida manera.